Archivo Municipal de Eibar. Y otros 675 más por venir.

Hemos sobrevivido a un ascenso a primera, más guerras civiles de las que convendría recordar, unas cuantas depresiones económicas y ésta ni siquiera es nuestra primera epidemia global. Eibar ha salido de barcos prisión y vuelto de exilios. Nos han tirado el pueblo dos veces, y otras tantas lo hemos reconstruido. De hecho, le debimos coger gusto a la cosa, porque, aún hoy, no cejamos en el empeño de volver a dibujarlo a cada rato, quizás con la secreta esperanza de encontrar –al fin– el modo de ponerlo a nuestro gusto (es imposible, pero así nos entretenemos).
Declaramos una República antes que nadie -somos así de impacientes- y, en el entretanto de tanto cataclismo, hemos fabricado de todo. Primero una cosa, que nos dio fama y nombradía, y después sus perfectas contrarias. Por darnos el gusto de seguir aferrados a nuestro valle sin horizonte en esta villa que se sigue llamando armera.
Parece mentira que por paraje tan poco airoso hayan encontrado sitio para pasar tantas cosas.
Y tantas caras. Eibar ha visto pasar por sus calles a gentes venidas desde los cuatro puntos del compás. Unos se quedaron y echaron raíces, otros, sólo un rato. Unos venían huyendo del hambre y otros corriendo en busca de un porvenir hasta detenerse, precisamente, aquí. Para todos hubo sitio, aunque estuviéramos ya apretados y, al fondo a la derecha, sigue quedando para otros tantos que quieran venir.
Costaría que eibarreses y eibarresas de dos generaciones diferentes, incluso contiguas, dibujaran el mismo Eibar a partir de sus recuerdos. Pero, para cualquiera de ellos, no tendría pérdida. Donde por los primeros días de febrero el aire huele a anís, a castañas asadas en noviembre, a pólvora y humo de hoguera alrededor del solsticio de verano y, siempre, a trabajo fino, a hierba cortada en las laderas y a la ligera posibilidad de improvisar una comida con los amigos en cuanto suene la sirena del taller, ahí es Eibar.
Porque, a pesar de todo, nosotros nos acordamos. De todo y de todos. Y aquí seguimos, aferrados a este valle sin horizonte, pero siempre con futuro.
Y dónde surja el conflicto, se buscará el acuerdo. No sería la primera vez.